Transformar las adversidades en oportunidades de aprendizaje es quizás lo único razonable e inteligente que podemos hacer a estas alturas del 2020, y ya con el horizonte y la esperanza puesta en el 2021. Las vacunas serán parte de la solución, representan al conocimiento científico al servicio de la humanidad, pero no serán la única solución. En todo caso, siempre será mejor ser parte de la solución, allá donde estemos cada cual y desde lo que hagamos en el día a día, que ser parte del problema.
¿Qué hemos aprendido en este año difícil, devastador para muchas personas, desconcertante e incierto? Humildemente, desde mi experiencia, mis lecturas de la realidad, mis conocimientos, así como algunos parámetros psicosociales que me facilitan cierta perspectiva y prospectiva de futuro, creo que hemos aprendido 12 cosas importantes que pueden servir de orientación para enfocar mejor el 2021 a partir de las 12 campanadas y las 12 uvas (según la tradición española):
1. Hemos aprendido a cuidarnos más, entre nosotros, de los otros y del planeta, a valorar nuestra interdependencia social y ambiental, a ser menos egoístas y más solidarios y prosociales, a ponernos en camino hacia una sociedad de los cuidados en todos los ámbitos y sectores.
2. Hemos aprendido a valorar más y mejor a las personas que trabajan en los servicios básicos de cuidado y suministros esenciales, no sólo por su actitud y buen hacer puntual en los picos de desbordamiento, sino por la esencialidad de su trabajo, que requiere una revisión y reflexión social y política.
3. Hemos aprendido a limitarnos y confinarnos por el bien de todos, a demorar la gratificación inmediata y el impulso consumista, a diseñar y practicar un ocio y entretenimiento más seguro y salubre, a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y ocio fuera del hogar.
4. Hemos aprendido a valorar la vivienda como hogar y lugar de convivencia donde pasar más tiempo, visibilizando las infraviviendas, las construcciones inadecuadas, reflexionando sobre un estilo residencial más humanizado, un espacio y diseño urbano más digno y garante de las necesidades de salud y bienestar.
5. Hemos aprendido a valorar más lo rural como alternativa de vida y trabajo, acrecentado por el teletrabajo, la formación on-line y en general por las mejores condiciones que ofrece para el distanciamiento social y el confinamiento.
6. Hemos aprendido que la alta movilidad y alta concentración de personas, además de deteriorar el medio ambiente, también multiplica la transmisión de enfermedades, por lo que es necesaria una distribución de espacios sociales de convivencia más racional, así como replantearse la necesidad real de muchos desplazamientos y viajes.
7. Hemos aprendido a vivir más despacio, a pararnos, pasear, montar más en bicicleta, hacer más ejercicio físico, comer más en casa, llevar un estilo de vida más saludable en general al percibir con más claridad y serenidad lo realmente importante para una vida buena y plena, de lo que no lo es tanto o es más accesorio.
8. Hemos aprendido a trabajar, aprender, consumir o hacer una consulta médica de forma virtual, que sin ser un sustituto de la experiencia presencial, se ha mostrado como una herramienta eficaz que nos lleva a modelos híbridos de trabajo, estudio, consumo y cuidado.
9. Hemos aprendido a improvisar y ser más flexibles y creativos ante la incertidumbre de los confinamientos locales, o las posibles cadenas de contagio en las que pudiéramos estar involucrados, tomándonos con más filosofía y menos estrés el hecho de no poder hacer algo que ya estaba programado, previendo un plan B u otras alternativas.
10. Hemos aprendido que la fragmentación económica, política, social, científica se muestra absolutamente ineficaz ante situaciones de emergencia socio-sanitaria que requieren una alta coordinación, cooperación, autoabastecimiento esencial y unidad de acción.
11. Hemos aprendido a valorar más la vida y su sentido, especialmente a nuestros mayores y las personas más vulnerables de la sociedad, reflexionando sobre las condiciones de vida de los que están solos y los que están en centros residenciales, y desde esa reflexión poder diseñar alternativas más arraigadas y humanizadoras.
12. Hemos aprendido a valorar más el cuidado en el final de la vida, la importancia del acompañamiento, del bienestar psicológico, médico y espiritual, reflexionado sobre la muerte digna y el sentido de ésta como parte de la vida.
Bien, son mis opiniones y percepciones, seguro que habrá muchos más aprendizajes, y eso es muy bueno y positivo. Seguro también que más de una persona, cuando vaya leyendo estas ideas, habrá pensado que en realidad no hemos aprendido nada. Yo creo que la mayoría sí hemos aprendido, pero, como pasa en otras ocasiones y experiencias, los que no aprenden / no quieren aprender / no les importa el otro, son muchos menos, pero hacen mucho más ruido mediático. Yo, que soy optimista por naturaleza, que, sin negar la realidad dura y difícil, prefiero enfocarme en fortalezas y posibilidades, creo y quiero creer que algo hemos aprendido, y que 2021 será un año lleno de oportunidades para poner en valor esos aprendizajes.
¡Feliz y Próspero Año 2021!
César García-Rincón de Castro (2020).