Antonio Damasio, en su libro “El extraño orden de las cosas. La vida, los sentimientos y la creación de las culturas”, nos habla de la música de nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, así como de los significados que surgen de las narraciones interiores que estos sentimientos y significados ayudan a construir. El resultado de todo ello puede ser un aria, una cantata o incluso una sinfonía completa, y se puede asistir a ella como espectador o bien se puede intervenir, modificar la partitura en mayor o menor medida.
Efectivamente, nuestro interior es como una orquesta sinfónica, se lo contaba en noviembre de 2022 a 700 alumnas y alumnos de varios centros educativos de Formación Profesional #FPGalicia en Narón (Ferrol, Coruña, España), en un encuentro de emprendimiento (II Congreso Emprende Trasancos) en el que me encargaron hablar de actitud emprendedora y espíritu emprendedor.
Nuestro mundo interior está lleno de instrumentos agrupados en familias. Hay una familia de instrumentos cognitivos, otra familia de instrumentos emocionales, capacidades, conocimientos, necesidades, motivaciones, etc. Si lo pensamos bien, tenemos dentro de nosotros una orquesta maravillosa, con muchas posibilidades, les decía a estos alumnos/as mientras sostenía una batuta en la mano, símbolo clave de lo que deseaba transmitirles.
Y como toda orquesta, tiene una misión y unas posibilidades, puede simplemente hacer ruido o realmente producir algo maravilloso. Todo ello depende, por supuesto, del tiempo que hayamos dedicado a afinar bien todos nuestros instrumentos, reconociéndolos bien, saber cómo se llaman, y también haber aprendido cómo se usan con cierta destreza. Ahora estáis en proceso de aprendizaje de toda esa orquesta interior de capacidades, competencias y talentos, les comentaba.
Pero el éxito de la orquesta también depende del orden interior en la misma: no suena igual de bien una orquesta en la que cada instrumento se sitúa donde quiere, que una orquesta en la que los instrumentos están bien agrupados por familias (cuerdas, viento metal, viento madera, percusión, teclados, etc.). El orden de nuestros instrumentos internos en base a marcos de referencia sencillos como pensamientos, sentimientos y comportamientos (actitudes) o conocimientos, capacidades y valores (competencias) o sencillamente emociones agradables y desagradables, nos proporciona un mejor auto-conocimiento y una mejor gestión eficaz de los retos y situaciones. Aprender cosas esenciales de nuestra psicología ayuda, y mucho.
Por supuesto, tener una buena partitura, un proyecto personal, propósito o misión, que sea interpretada de modo eficaz por nuestros instrumentos es esencial para sentir y experimentar que realmente somos personas valiosas para los demás. Y en esa partitura hay un ritmo, un tempo, unas cadencias, silencios, expresiones, movimientos, variaciones de ritmo, unas claves comunes a todos los instrumentos (¿valores y principios de vida?) que son las que precisamente los afinan y armonizan mejor. Una buena sinfonía vital no tiene un sólo ritmo o movimiento, sino varios, y toda esa riqueza de matices, colores y formas, es la que hace bella nuestra música.
Pero hay algo que no puede faltar en nuestra orquesta interior, hay algo esencial para que sea una orquesta existencial de valor: y es la dirección de la misma, la batuta. Cada persona debe ser el director/a de su propia orquesta, cada persona, llegado el momento, debe hacer ese ejercicio de situarse delante de todo su potencial y su mundo interior y tomar el mando del mismo. Y esta labor no la puede hacer nadie por nosotros, ni siquiera la podemos dejar en manos de nuestros guías y mentores, estos en todo caso ayudan en el aprendizaje, interpretación, expresión y armonía de la propia vida, con los demás y con el mundo, pero la dirección de la orquesta interior es de cada cual, y necesaria para la realización personal y el desarrollo de la propia misión en la vida.
Renunciar a dirigir nuestra interioridad es como renunciar a ser: una orquesta sin dirección no produce realmente una obra musical, no es en realidad una orquesta, porque le falta la intención y la interpretación de la propia identidad en el mundo. El centro de control interno, del que nos habla Luis Rojas Marcos en “Superar la adversidad: el poder de la resiliencia”, ese director/a de la orquesta interior, es uno de los seis pilares esenciales de la resiliencia, y como he comentado, de la realización personal, de la construcción del ser y de la propia identidad.
Aprender a dirigir la propia orquesta interior no es algo que se haga de la noche a la mañana, les comentaba también a estos 700 jóvenes, requiere ensayo, cuerda por cuerda o familia por familia, pero un buen comienzo es reconocer y apreciar nuestros instrumentos, nuestro potencial, dedicar un tiempo a conocernos mejor por dentro, mejorar en los instrumentos que usamos menos, afinarlos con el diapasón de unos pocos valores y principios esenciales de vida, y, sobre todo, atrevernos a subir al atril, coger la batuta y decir ¡Hoy comienza su andadura la orquesta de mi vida!
Y en ese inicio, como dice la prestigiosa directora de orquesta española Inma Shara, en su libro "La batuta invisible", sobre liderazgo que genera armonía, es esencial contemplar y contemplarse en silencio interior: "Primero está el silencio. El podio, mi principal confidente. Y está el silencio. Detrás, un auditorio formado por centenas o miles de personas contiene la respiración. Y está el silencio. Enfrente, una orquesta formada por ochenta experimentados maestros también contiene el aliento, cada uno, concentrado, mantiene entre sus manos su instrumento, expectante ante mi primer gesto. Y está el silencio. En ese instante la atención se centra en mi primer movimiento gestual, en mis brazos, en mis manos…Y está el silencio. Doy la primera anacrusa del concierto. Y la música comienza".
Y ahora, ponte una música que te guste especialmente, cierra los ojos por un momento, observa toda la maravilla que hay dentro de ti, agradece a todos tus músicos e instrumentos interiores todo lo que te aportan, pon un título a tu misión o propósito en la vida: ¡silencio en la sala por favor! Marca el ritmo y, ¡adelante! pon en valor tu talento para el mundo.